miércoles, 10 de abril de 2013

RITUAL DEL VISITANTE de José Verón Gormaz




RITUAL DEL VISITANTE

José Verón Gormaz muestra una sagaz percepción de la conciencia reflexiva en su obra, sorprendente. Se vivencia especialmente, a través de los serenos y reflexivos versos que va escribiendo desde hace muchos años. Versos que al instante de su lectura, irradian imágenes y tonalidades conmovedoras muy atrayentes para el lector. José Verón posee un universo artístico personalísimo e irremplazable, emergido de donde se funde el campo y el cielo con facilidad de salmo, en esa tierra aragonesa que el poeta siente con todo el alma y que retrata, desde la percepción más íntima, como pocos saben hacerlo. La atmósfera captada, reflejada a través de los vehementes e íntimos poemas -o a través de la fotografía, a la que también se dedica con acierto no menos poético que en los versos-, se hace complaciente al momento con el leedor, pese a serle un territorio inexplorado, repleto de profundos silencios y de grandes soledades. Envuelto en esa elipsis, en ese clima a menudo sangrante pero siempre hermoso y conmovedor, escribe y reflexiona denodadamente el poeta sobre la vida y sus complejidades, atento al menor sonido, al mínimo movimiento, privilegiado observador de las particularidades poéticas y filosóficas que posee la tierra, esa tierra de cultivos verdes pero también campos de ocres secanos, de serranías grises o cenicientas, de arbóreos montículos, de pueblos de adobe y llanto castigados por el omnipresente sol del estío… Todo penetra por la abierta ventana de la habitación del poeta para amalgamarse con su propio pensamiento; todo es una inevitable génesis lírica: los caminos, los yermos valles, el arroyuelo áspero donde casi ni baja agua, el viento impulsivo, el sol que reseca labrantíos y golpea casas, las luces, las sombras, y, en lontananza por donde serpentea el sendero, el solitario caminante con su carga emocional de vida... Todo lo acopia José Verón  con esa peculiaridad que le da ser poeta de versos ponderados, perceptivos y admirables, que parecen ser llevados, por el céfiro crepuscular, de un lugar a otro del pensamiento en la soledad de la tarde…
Aparece, al momento de iniciar la lectura de los poemas, la enorme calidad ritual que poseen, en una arquitectura que se liberó de andamiajes y apoyaturas dejando una gran resistencia y una sólida madurez expresiva. Una sorprendente obra que da acierto a la observancia, a “la ceniza, que envuelve las palabras/ y las guarda del frío de los años” en ese “camino de papel y de palabras” que tan bien conoce el escritor. Brotan los versos con la capacidad demiúrgica de haber sido creados, usando, desde la loable coherencia, la metáfora polivalente del acierto en libre disposición de ensalmo. Poemas que dejan huella imborrable en el lector de una manera natural, sin estridencia ni ruido alguno; sí, con notable fuerza inspiradora. Una huella que se hace más valiosa con el paso del tiempo, ya que los poemas poseen un sentido estético vibrante que actúa tras la lectura, conformando un código secreto, comprometido, sensible, singular. Carácter que revela la relevancia, la particularidad, el acento especial de una elegante y a la vez sobria voz conmovedora, que acaba relampagueando por nuestro interior con inusitada fortaleza: el poema se lee y se explica casi sin que nos demos cuenta; el lector ha de traducirlo debidamente, ha de recorrer ese camino que se le propone, sintiéndolo propio; ha de hurgar, deleitarse, sufrir, inquirir y hacerse preguntas -aun no siendo muy consciente de que lo hace-, pues  los versos crean un vínculo sumamente estrecho con el lector. 
Los poemas más cortos, esos que llevan el singular peso y el admirable sello de la levedad en José Verón, son, generalmente, de contenida y moderada melancolía, llegando nítidos a la conciencia lectora gracias a las ráfagas de emotividad y de verdad poética que les imprime.
El libro que ahora tengo –gracias a su generosa donación- entre las manos, lleva por título “Ritual del visitante”, su última publicación. Son poemas que revelan la magnificencia del poeta; que abducen hasta en el “in illo tempore”, como una verdadera avalancha de emociones; esas que sin darnos cuenta, desde la soledad lectora la tarde y el viento, van quedando y reconfortando “Sobre los signos de un papel dormido” el ánimo. Son poemas del autor y son de todos nosotros, son poemas al viento. Versos a veces de delicada melancolía; otras, rigurosos, certeros, necesarios; todos ellos marcando un eco filosófico, que deja prolongada una sana alteración: la trasmisión de una voluntad ética sincera y admirable. Este libro deja, en su recapitulación o síntesis, una grata y delicada sensación de sobrada inteligencia. El poeta aragonés, en esta obra, como en  poemarios anteriores, se desnuda por dentro para poder situarnos en su universo reflexivo más personal y nítido; como si estuviéramos ante un revulsivo, ese que despierta la voz independiente, pero cercana, muestreándonos un carácter sensible, un pensamiento sonoro nada estridente, y un delicado hacer. Voz armoniosa y tenaz la del poeta, que nos descubre el desasosiego íntimo dentro de un mundo de contrastadas imágenes, que él sitúa en el cofre multicolor de sus emociones más personales. Pocos autores sienten y mueven el verso como lo hace José Verón. Lúcido y conmovedor, nuestro poeta es profundo, es magnético y es cercano; aunque a veces, como buen rapsoda, parezca ensimismarse en poemas sugestivos, muy bien estructurados, que van in crescendo cual generosa sinfonía; poemas que subyugan y sobrecogen, en un exceso emocional siempre vibrante; poemas en los que parece encerrarse solitario el poeta para no hacer ruido... Algo que como lectores agradecemos profundamente, porque, “A través de las horas/ habla la inmensidad iluminada/ por el sol vertical del mediodía…  Y nada más, ya que  “Sólo el eco brutal de las ausencias” parece tener sentido…
Gracias por este libro, estimado amigo, apreciado Poeta.

Con el poeta en Calatayud intercambiando libros...

Puedes obtener este libro en Casa del Libro.

2 comentarios:

  1. Estupenda reseña, nos presentas, amigo. Y he de agradecerte por ello. Doy por sentado que el libro ha de ser un éxito.

    Fuerte abrazo

    ResponderEliminar
  2. Así es amigo, José Verón es un excelente poeta y persona. Este libro es una muestra de ello.
    Abrazos.

    ResponderEliminar