sábado, 26 de mayo de 2012

"LAS FOTOS DEL INGLÉS" por Pilar Alberdi.





Arthur Tell, atraído por la novedad de la fotografía de la que ha quedado maravillado pretende visitar a Charles Dodgson (Lewis Carrol) que en ese momento era tan conocido por sus libros (Alicia en el país de las maravillas) como por ser uno de los pocos que conocían esa técnica.

Una herencia recibida y un ímpetu de aventura que le proporciona su juventud lo lanzan a emprender un viaje a las Américas donde cree que podrá desarrollar esta profesión.
Ya en el barco comienza a ver lo que se encontrará: cientos de inmigrantes que van a la tierra prometida en busca de una vida mejor y la realidad de una pobreza que no hace mas que cambiar de continente.
En Buenos Aires, al saber que se está organizando una campaña para conquistar las tierras del sur a los indios, decide que es su gran oportunidad de hacer fotografías y, tal vez, de hacerse famoso.
A medida que va avanzando en el trayecto irá conociendo la vida y costumbres de aquella gente, vivirá con los soldados y luego con los indios, hará unas fotos que no se parecerán en nada a las «oficiales», y sin darse cuenta quedará inmerso en una historia de amor que lo acompañará el resto de su vida.

Fragmento de la novela:

"Cuando abrió los ojos se encontró en el interior de una choza construida con troncos, cañas y paja. El lugar estaba en penumbra. La hechicera que había dicho aquellas extrañas palabras había desaparecido. En el centro de la choza, entre unas piedras colocadas en círculo, ardían unos leños. Si continuaba siendo el mismo hombre, no lo sabía; la naturaleza del lugar y la extraña situación en que se encontraba lo desmentían. ¿Era el que siempre había sido? El lugar estaba oscuro. Olía a hierbas…Oyó el crepitar del fuego. En un rincón, vio una mujer tejiendo en un telar. Creyó escuchar una máquina de coser. O quizás estaba soñando, otra vez… «¿Una máquina de coser? No. No puede ser cierto» pensó. Pero sí. Lo era. Alguien movía un pedal. Y aquel sonido le recordó la máquina de coser de su madre, y también un poema… «¿Cómo se llamaba? Sí… ¿Cómo se llamaba? Por fin lo recordó: La canción de la camisa de Thomas Hood» Se preguntó cómo podía recordar ese nombre o ese poema, si ni siquiera sabía dónde estaba. Pero lo había recordado. Debía tratarse de un sueño. «¡Qué agradable resulta soñar con los muertos más queridos!» pensó. Luego recordó. «Si hubiera hecho caso del sueño en que aparecía mi padre… Si hubiera tomado en cuenta el peligro, la advertencia… Quizá no estuviera en esta situación. Pero ¿qué ha ocurrido? Si ni siquiera recuerdo qué ha ocurrido» los pensamientos lo confundían, eran como hilos rotos de una madeja difícil de anudar.
Se dejaría ir con aquella visión… Entraría en el sueño. Se iría con ella, con su madre. Ella estaba recitando un poema mientras cosía, y él, la acompañaba…

«Con dedos cansados y magullados…».
Sí. Casi podía oír la voz de su madre, diciendo…
Con dedos cansados y magullados.
Con parpados pesados y enrojecidos.
Se sienta una mujer, en harapos poco femeninos.
Manejando aguja e hilo.
¡Cose, cose, cose!
En la pobreza, el hambre y la suciedad.
Y aún con voz doliente canta:
la «Canción de la camisa».




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